Indecencia

Hablemos de la indecencia.

Indecencia de sentir en cuerpo y alma. De querer tanto más o tanto menos de lo que se requiere.

Que cómo te atreves a (no) querer, cómo te atreves a (no) sentir.

Hablemos de la indecencia de dar señales tan erróneas que se sienten correctas. De comunicar con claridad. O simplemente nunca hacerlo.

Que ninguna de ellas te garantiza que no te llueva la tormenta.

Porque incluso siguiendo las reglas se nos desborda la indecencia de ser simplemente humanos. Y no poder regirnos por contratos.

Así es cómo buscamos algo que nos remueva por cinco minutos. Sentir el universo en un instante. La eternidad en lo efímero, lo breve de la inmensidad.

Ver(nos) más. Hacer(nos) más. Conocer(nos) más.

Y ver si tiene un fin.

(No lo tiene)

Ignorante de lo que tanto busco, empiezo a convencerme de que sólo estoy tanteando. Caminando un poco a ciegas, corriendo con los ojos vendados. Escogiendo voluntariamente caminos que no llevan a ninguna parte.

O que no parecen hacerlo.

Me pregunto cuánto puedo difuminar las líneas, algo kamikaze. Jugando con mis propios límites. Probando si mis creencias se desmoronan o no. Corriendo el riesgo de seguirlas para siempre.

Quizás eso es lo que quiero hacer.



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