Desertora Serial

Este es un de esos posts que llevo escribiendo por mucho tiempo, no en papel ni en el teclado, sino que en mi cabeza. De esos que voy armando a un nivel casi subconsciente. Porque sé que eventualmente no voy a poder aguantar más la necesidad de sacármelo de adentro.

De a poco voy encontrando el valor de sentarme a actually enfrentar la situación. A aceptar que mis decisiones por radicales, son las que se sienten correctas.

Me encantaría poder decir que no me importa lo que piensen/opinen de mí, que me dan lo mismo los comentarios de los demás. Pero creo que hay suficientes personajes en este mundo que profesan ese discurso. Como mecanismo de defensa, como forma de buscar respeto o admiración, qué se yo. No soy tan así.

Yo prefiero apostar a la vulnerabilidad. O bueno, eso prefiero ahora. Eso prefiere la Pol del primero de agosto, 2019.

Escojo ser vulnerable (a veces, hoy) y contar mis historias, mis procesos. Comunicar.

Porque, 1) nunca sabes a quién ayudas cuando hablas de lo que has vivido y 2) siempre tengo esta como… necesidad de expresar-me, comunicar-me.

(Yo sé que esos “-me” son súper cliché pero se siente realmente pertinente usarlos en esta ocasión jaja).

Desde siempre pensé que esta era una de las peores cosas que te podían pasar. Mejor dicho, siempre pensé que repetir este preciso patrón de comportamiento una y otra vez era algo muy terrible.

Y no lo pensaba de manera juiciosa, sino más bien de forma ¿Empática?

¿Será esa la palabra?

“Qué terrible deber ser ver cómo las personas de tu generación avanzan y tú… te das vueltas, a veces para llegar al mismo punto de partida”.

Ahora entiendo que el terror secreto con el que miraba era en realidad la intuición diciéndome que yo también era así, que yo también era una desertora serial.

Yo también soy una desertora serial.

¿Tan mal está?

No lo sé, quizás. Y lo digo súper honestamente, no para que me digan “no te preocupes, cada uno va a su ritmo”. No es por ofender ni por ser malagradecida pero eso ya lo sé.

Mis preguntas van dirigidas al inconformismo de dejar, una y otra vez, distintas cosas. En mi caso, carreras universitarias.

En mi proceso de aceptar (y abrazar) a la persona que realmente soy, por fin entiendo que soy mucho más dinámica de lo que pensé que podía ser. Es una virtud muy útil la de ser tan maleable, pero también trae sus desventajas enormes.

Porque a los que somos así de dinámicos, así de fluidos. Así de multi-potenciales, nos cuesta un montón calzar en este modelo tan… capitalista (sí, capitalista) de escoger un solo camino, y especializarnos hasta el fin del mundo.

Porque hey, a mí la medicina me gustó un montón pero nunca dejé de escribir. Ni de guitarrear, ni de cantar. Ni de leer, ni de querer estar en tantos lugares a la vez… Mis intereses son súper amplios y van cambiando más rápido de lo que yo misma me doy cuenta.

La medicina es una disciplina muy linda y muy exigente. Si la hubiera amado como pensé que lo hacía, habría podido sacrificar todas las otras cosas que me gusta hacer.

El problema real llegó cuando no pude seguir mintiéndome. Cuando no pude seguir intentando convencerme de que si seguía en esa carrera iba a poder hacer todo lo que quería hacer.

Porque no iba a poder. Esas otras cosas eran demasiadas… y de más peso que la medicina, al menos para mí.

Recuerdo esos meses antes de tomar la decisión definitiva, qué manera de apagarme. Me estaba quedando sin ganas de vivir.

Y aunque el discurso que me tejí, para convencer a otros pero sobretodo para engañarme a mí misma, tenía coherencia, en un punto se volvía simplemente insuficiente.

“¡Puedes viajar después de terminar la carrera!” ¿Pero qué tanto vas a poder viajar?

“¡Puedes aprender más idiomas cuando estés ejerciendo!” ¿Pero tendré tiempo para aprender al menos tres idiomas más? No me quiero morir sin poder hablar al menos cinco idiomas.

“¡Mira, el Doctor Bastías (grande Dr. Bastías) escribió un libro! ¡Tú puedes ser como él!” Ya, está bien, pero si escribo el libro ¿Cuándo aprendo alemán? Además no quiero escribir sólo un libro ¡Quiero escribir muchos!

¿Cuándo vivo un año en el extranjero? ¿Cuándo me sumerjo en una cultura desconocida? ¿Cuándo termino mi novela? ¿Cuándo aprendo latín? ¿Cuándo aprendo cómo funciona el lenguaje? ¿Cuándo…?

Uf. Qué difícil.

Así eran mis peleas mentales.

Es muy difícil haber dado tanto por algo y de a poco sentir la incomodidad de que no es para ti. Entregar tanto tiempo, plata y energía por algo que vas a abandonar.

La gente me dice que este tiempo no lo he dado en vano y que las experiencias, tanto en antropología como en medicina, me van a acompañar en mi próxima carrera y por el resto de mi vida.

Sé que tienen razón pero ellos no están en mis zapatos. No saben lo que es el miedo de que quizás sea muy tarde para mí. De que puede ser que nunca encuentre la carrera universitaria que me haga feliz. De que ya no tengo 18 y quizás me cueste más aprender.

De que quizás quiera volver a desertar.

Lo dudo enormemente, pero la posibilidad existe. Y no puedo seguir fingiendo que no lo sé.

Me prometí no volver a engañarme, ahora soy amiga mía.

Porque soy intensa y porque estoy escribiendo sin ningún filtro, les cuento que una enorme maraña de emociones me invade después de (por fin) enviar mi solicitud de retiro definitivo de la carrera de Medicina.

(Estuve todo este tiempo postergándolo porque… bueno).

Como que quiero llorar pero también celebrar. Del enorme peso que finalmente deja mis hombros, mi psiquis. El tremendo alivio a mi ansiedad.

El innegable comienzo de una nueva etapa, que en realidad empezó hace rato pero ahora es innegable.

Dejo la carrera por la que tanto luché. La que tanto pensé que quería.

Pero me equivoqué y me siento tan… ciega.

Porque durante todo este tiempo lo que realmente hice, lo que nunca dejé de hacer, incluso cuando mis neuronas sólo buscaban alivio en comportamientos compulsivos con la comida. Incluso cuando estaba entera dopada. Incluso en mis momentos más oscuros…

Nunca dejé de escribir.

Nunca dejé de comunicar.

Ya ni siquiera sabría decir a qué edad empecé, pero lo hice. Y nunca me detuve. Las letras han estado presentes en mi vida desde que tengo uso de razón.

Qué ciega, qué tonta.

Y qué grande fue el miedo de no ser tan buena como la gente pensaba que realmente lo era. Es un miedo del que aún me quedan unos pocos fantasmas.

Ser tan buena, ser excelente… Supongo que eso aún está por verse. Pero esa no es la razón de mi decisión. Escogí esto por fidelidad conmigo misma.

Qué absurdo. Me da un poco de risa pensar que este post originalmente iba a ser súper estructurado, casi como un ensayo sobre las razones detrás de mi decisión de dejar medicina. Pero terminó siendo como una vorágine de emociones y palabras contenidas por meses (quizás años).

No me malentiendan, no le debo explicaciones a nadie y lo sé. Pero somos criaturas sociales y pa qué estamos con cosas. Todos queremos un poco de esto, ser entendidos en la vida y expresarnos sin filtro.

Somos simplemente humanos ¿O no?

Y bueno.

Hace tiempo que no escribía de una forma tan intensa, tan personal. Hace tiempo que no habría una ventana tan grande a mi vulnerabilidad, a mi vulnerabilidad de verdad.

Da un poco de susto hacerlo pero para mí, ya es inevitable.

Ya entiendo quién soy y cuáles son las cosas que no puedo detener sin un enorme sufrimiento.

El expresarme es una de esas cosas.

Así que…

Hola me llamo Pol y soy una desertora serial.



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