My Eye Won’t Stop Twitching

Trigger warning: ansiedad.

 


 

Mi ojo se mueve solo.

Mi párpado en verdad, el inferior.

(¿Se dice así?)

Es triste.

Cuando crees que realmente has vencido a tus demonios.

Cuando crees que esta vez ibas a realmente estar “bien” para siempre.

Y no hablo de ese “bien” idealizado, ese que te cuenta que a partir de un cierto momento puntual, una gran revelación, te transformas en una persona optimista, que está siempre contenta, que tiene una vida perfecta.

Que se levanta todos los días a las 6 de la mañana a hacer deporte y encuentra tiempo y motivación para rendir al 100% en los estudios mientras además, mantiene relaciones interpersonales saludables y satisfactorias.

Hablo del “bien” con cambios de humor, con dificultades propias de la vida cotidiana: académicas, amorosas, de amistades, familiares, incluso de salud. Ese “bien” que a veces también se desmotiva, pero que vuelve a levantarse después de un tiempo razonable.

Un “estar bien” humano.

Un “estar bien” que en realidad quiere decir “tener una salud mental fuerte y estable”.

Porque una cosa es un día no tener ganas de estudiar y querer estar en pijama sin hacer nada comiendo cosas dulces. Otra cosa muy distinta es no poder hacer algo distinto porque tus pensamientos no te dejan tranquila.

Porque te dio una fijación con una escena en particular, un momento en particular, una afirmación en particular.

Y la repites en tu cabeza, una y otra vez, convenciéndote, de forma patológica que al repetirla vas a encontrar una salida, algo nuevo, una solución, una bocanada de aire.

Pero no es así.

Cada repetición duele más, y mientras sigues girando en el mismo lugar el problema deja de ser el pensamiento en sí, sino que la fijación. Te das cuenta que darle más vueltas no agrega nada. Quieres salir y ya no puedes.

Y te aterras, y no sabes qué hacer. Necesitas encontrar un refugio, un alivio.

¿Pero dónde?

¿En pintar mandalas? ¿En meditar?

¿En tomar copete? ¿Fumar marihuana?

¿Dormir una siesta? ¿Cantar? ¿Escribir?

¿Tomarte la pastillas que te dio tu psiquiatra?

¿Hablarle a un ser querido, a pesar de no querer “aburrirlo” con tus problemas?

Esto es tener un cerebro disfuncional.

Que trate de protegerte y termine hiriéndote, aunque sabes que sólo quiere tu superviviencia.

Tener un cerebro disfuncional es estar excelente una semana y a la siguiente volver a considerar usar comportamientos autodestructivos para sentir alivio.

Es estar feliz, agradecida de la vida, contenta contigo misma, pero no poder controlar el torbellino de pensamientos y emociones negativas que se roba tu energía y tu bienestar.

Tener un cerebro disfuncional, y aprender a vivir con él, es saber que aunque en este momento sientas que estás pasando por una situación desproporcionadamente mala…

Que aunque te hayas tomado la dosis que necesitabas de tu ansiolítico te siga tiritando el ojo involuntariamente…

Y que incluso, a pesar de que una vocecita de mierda de tu cabeza te haya empezado a decir que si bajaras de peso no estarías teniendo ansiedad de nuevo…

Realmente va a pasar.

Realmente vas a volver a estar bien aunque parezca imposible.

Aprender a vivir con un cerebro disfuncional es aceptar, a pesar de lo frustrante, que estos episodios pasan. Y que aunque estés excelente a veces vuelven. Y que eso no significa que no vayas a volver a estar bien, o que no hayas aprendido nada.

Aprender a vivir con un cerebro disfuncional es saber, aunque tu mente y cuerpo te digan a gritos lo contrario, que vas a estar bien.

 

 

 

(I told you, we’re all nuts in the end.)



2 thoughts on “My Eye Won’t Stop Twitching”

  • Vaya, me impresiona mucho esto, creo que solo con esta explicación he tenido un mínimo entendimiento, posible para alguien sin tales problemas, de las reales implicancias de un cerebro disfuncional

    • Claramente estaba pasando por una mala racha cuando escribí ese post y bueno, se nota harto. Que bacán que haya sido claro, a pesar del mal rato por el que estaba pasando 🙂 Muchas gracias por pasarte y comentar, se aprecia mucho.

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